Edward Bach

No me parece justo ni propio no dedicar un capítulo especial al creador de la terapia floral. Evidentemente, no voy a ser innovadora; la biografía del doctor Bach es única y ha sido escrita y repetida en multitud de artículos y libros relacionados con su terapia floral. Incluso así, considero que es un honor que el doctor Edward Bach ocupe un poquito de mi blog.


 Edward Bach nació el 24 de setiembre de 1886 en Mosley, Inglaterra.
A los 16 años, terminó sus estudios secundarios y después de trabajar durante unos tres años en la fábrica de su padre, decidió ingresar en la facultad de Medicina en la Universidad de Birminghan, donde se licenció en 1912, obteniendo el diploma conjunto de Miembro del Real Colegio de Cirujanos.
Desde el año 1913 hasta 1920 desempeñó distintas funciones en diversos hospitales, llevando a cabo, además, investigaciones de carácter particular en su propio laboratorio londinense. Empezó a interesarse por la inmunología y trabajó como bacteriólogo asistente del University College.
A través de sus investigaciones entendió que la personalidad del individuo era más importante que el cuerpo para el tratamiento de la enfermedad. Era la personalidad del paciente el principal indicador del tratamiento necesario; la actitud, las emociones, los sentimientos, eran aspectos cuanto más importantes en el tratamiento que los propios síntomas físicos.
Fue en el año de 1917 cuando el doctor Bach sufrió una importante hemorragia, y los médicos que le atendieron le anunciaron que no le quedaban más de tres meses de vida, situación que lo llevó a dejar su trabajo en el hospital y dedicarse a investigar en su laboratorio algo que no sabía cómo ni dónde encontrar. Se obsesionó con la idea de que tenía que terminar sus investigaciones antes de que transcurrieran los tres meses prescritos y abandonó el hospital antes de que le dieran el alta médica. No obstante, y por suerte para todos, el doctor Bach logró recuperar su salud.
En 1919 entró a trabajar en el Hospital Homeopático de Londres, cubriendo una vacante en el puesto de bacteriólogo y patólogo. Conoció la obra de Hahnemann y a partir de ese momento el doctor Bach decidió preparar sus vacunas con la técnica homeopática. Creó las vacunas orales o nosodes y las llamó “los siete nosodes de Bach”. A medida que iba utilizando los nosodes, se dio cuenta de que éstos correspondían a siete tipos de personalidad humana determinada y comenzó a prescribirlos según los síntomas temperamentales de sus pacientes. Pero a pesar del éxito obtenido, no quedó satisfecho completamente, pues los nosodes solo representaban una rama de la enfermedad y no curaban todas las enfermedades crónicas, sino un cierto tipo de ellas.
En 1930, con 43 años, el doctor Bach cerró su laboratorio y su consultorio y se fue a Gales para buscar más remedios en la naturaleza. Una mañana temprano, atravesando un campo lleno de rocío, se le ocurrió que cada gota de rocío, calentada por el sol, adquiría las propiedades curativas de la planta donde se encontraba. Esto lo llevó a desarrollar un método para preparar los remedios utilizando agua pura.
Ese mismo año publicó el libro Cúrese usted mismo, con el mensaje de que la enfermedad es el resultado de estar en desarmonía con el propósito espiritual.
Entre 1931 y 1932 finalizó la recopilación de los “doce sanadores”.
El doctor Bach continuó descubriendo nuevos remedios. Primero los siete ayudantes de la personalidad y más tarde culminó su trabajo con una segunda serie de diecinueve remedios “más espiritualizados”. Trabajaba y daba conferencias, a la vez que entrenaba a sus asistentes, para que pudieran continuar su trabajo. Una vez que hubo desarrollado los 38 remedios, supo que no faltaban más, ya que cubrían todos los estados negativos mentales que provocan la enfermedad.
Murió en noviembre de 1936 mientras dormía, contento de haber completado su misión. 

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